Eva Longoria piensa que su perfil bueno es el izquierdo. Por eso abandona el otro, coqueta, en el hombro del escritor Lin Manuel Miranda, con quien coincidió en la gala CHCI de Washington hace tres meses; o sobre el regazo de un altísimo director de Mujeres desesperadas durante un descanso del rodaje de la serie.
En otra foto, ese óvulo esquivo se acuesta sobre la melena rubia y mullida de la modelo Jaydy Mitchell, la ex mujer de Alejandro Sanz, que ahí está acompañada por Rafa Márquez; o entre las orejas de su mascota, un perrito blanco llamado Jinxy que en otoño tuvo que ser operado de una pata, explica la actriz compungida en las dos redes sociales que simultanea. De inmediato, 1.196 fans del millón que la sigue habitualmente en Internet muestra sus condolencias con un ‘Like’.
Tiene 35 años. Los pómulos son recortados y los labios poseen forma de corazón en la imagen promocional de su nuevo perfume. La mirada reluciente se medirá después con la de sus compañeras ocasionales de fiesta, entre ellas una bella Khloe Kadarshian –hermana de la actriz Kim-, mucho más alta y rubia que la intérprete televisiva quien, desde sus 155 centímetros de estatura, algunos más por los tacones, consigue que nadie le robe el protagonismo.
Es simpática y luce una sonrisa radiante. También, cuando pega su frente a la barbilla de Tony Parker, 28 años. Ambos se exhibieron así de compenetrados en octubre, dos meses antes de que anunciaran su divorcio. El jugador de baloncesto sonreía, pero en realidad su gesto era una mueca opaca. Ya se había rumoreado, sólo un año después de que se casaran en 2006, que el deportista había mantenido un romance con la modelo francesa Alexandra Paressant, a quien había conocido en su propia boda. Hace poco Longoria halló el móvil de él SMS eróticos, alguna conversación… La amante ahora era la esposa de otro baloncestista. La ruptura, dicen, ya es definitiva. Su amigo el actor Mario López asegura que Longoria está destrozada, pero no teme por su salud: “Es fuerte, se repondrá”.
Como prueba, no ha dejado de trabajar. Hace unos días capitaneaba la portada de la revista In Touch, el rostro tan seductor como cuando fue nombrada en 2005 una de las personas más bellas del mundo por Maxim y en 2009 la más sexy de la tele por TV Guide. El semanario declara que la actriz, que mira con seguridad a los lectores y se recuesta sobre el suelo para ocultar su desnudez, está decidida a tener un hijo sola.
Cocinillas glamourosa
En las entrevistas se ríe a carcajadas, es divertida y se define como “ambiciosa, fiestera y payasa”. Y muy diferente a su personaje más célebre, Gabrielle Solís, insiste: “Yo soy muy maruja, me gusta ir al mercado y cocinar”. Sin embargo, comparte con esa pija del barrio ficticio de Wisteria Lane el gusto por la moda, por las reuniones de amigos –este mismo verano pasaron por su casa Iker Casillas, Sara Carbonero o Alejandro Sanz entre otros-, el cuidado por el físico –entrena cuatro días a la semana para mantenerse en forma- y una actitud entre desconfiada y divertida cuando su interlocutor se empeña en dirigir la conversación hacia un tema que no despierta su interés. Si Gabrielle Solís torcía el gesto cuando entraba en una iglesia, Longoria, que es creyente, trata de disimular su recelo cuando un periodista afirma que, tras una ardua investigación de su árbol genealógico y de su ADN, ha concluido que guarda cierto parentesco con el chelista chino Yo-Yo Ma. Ella, muy educada, muestra un entusiasmo contenido.
Entre el plató y la política
Longoria siempre ha reivindicado sus raíces mexicanas, que sin embargo, reconoce, pueden ser un obstáculo para trabajar en Hollywood. Ella tuvo suerte: le gusta el papel que encarna en Mujeres Desesperadas porque no es el prototipo latino, sino el de una mujer rica y poderosa. Cree que esto es beneficioso para los miembros de su comunidad. La actriz, además, ha arremetido duramente contra el llamado ‘muro de la vergüenza’ que EE UU comenzó a construir al sur del país para erradicar la inmigración y es habitual verla en mítines para apoyar a los dirigentes del partido demócrata. Únicamente la desilusionó que en un acto sobre ecología al que Bill Clinton había asistido, el entonces presidente sólo le hiciera esta pregunta: “Y bien, ¿quién va a morir en la serie esta semana?”.
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